jueves, 26 de junio de 2008

COMUNICACIONES

RELATO EN PROSA


En el tiempo y el espacio, entre los remotos y milenarios rincones de la historia, se vislumbran por Altamira, unas primitivas pinturas rupestres, aproximaciones al signo, intentos de escritura, ensayos y bocetos de lo que modernamente llamaríamos ilustración. Posteriormente, tu, ser de barro de agua como lo sentenció dios, te pones de pie y aprendes a caminar empuñando un palo y una piedra para llevar el sustento; cazando a bestias salvajes, e intentando articular los primeros y primitivos sonidos, que conoceríamos después, con el nombre de palabras. Te reuniste en tribus, polis, comunidades ya adoraste al sol, cultivaste la tierra y ya te habías convertid en un ser racional. Mas seguiste adelante, en tu afán de hacer tuya a la extensa y grande geografía, porque querías ser amo y señor de todo el mundo. Tus organizaciones fueron militares, mas con el afán egoísta no te basto ser dueño de la tierra, también querías para ti el mar y en este deseo de poder, cruzaste continentes para enriquecerte y dominar. Cuando las tierras y las aguas estaban bajo tu dominio, te interesó el aire, querías ser dueño de todo. Las percepciones de los hombres centran su atención por medio de las extensiones visuales, en las históricas ilustraciones productos del invento de Gutenberg: la imprenta. Nuestros oídos fueron cautivados por ese agudo sonido de un ¡beeep-beep!; ya nos comunicábamos en clave Morse, gracias a la genialidad del telégrafo. Y posteriormente dicha marcación fue reemplazada por el categórico sonar de un aparatito que nos convirtió en receptores y emisores por una línea electrónica llamada teléfono. En una oscura noche, se oye un ¡may-day!, ¡may-day!, de un desesperado piloto que busca aterrizar; pero nadie parece escuchar dicha señal, en medio del estrepitoso ruido de disparos de cañones, y lanzamiento de morteros y bombas. Acatando las órdenes de un señor con mucho poder, auténtico sueño soberano de toda una nación, otro piloto deja caer sin piedad, un artefacto atómico producto de la invención de la relatividad, sobre la oriental ciudad denominada Hiroshima y Nagasaky. Nuevamente todo parece quedar en silencio. Hoy en día, el perfumado romanticismo de las cartas, pasa a ser un arcaico recuerdo, arrasado por la inconmensurable fuerza de la electricidad, mediante un agudo sonar de un timbre en mi escritorio, que me indica con una voz metálica, fría e impersonal, envasada en una grabadora avisándome: “¡Señor, tiene un mail!”. Hoy me levanto, y no me molesto en saludar a mí vecino, mediante un afectuoso saludo de mano, porque sentado en mi oficina mis amigos inversionistas norteamericanos, reinforman a cuanto se cotizan las acciones en el mercado de Nueva Dock; durante la mañana y de las variaciones de los precios del dólar en Suiza. Al mismo tiempo que recibo un fax avisándome sobre el último tornado en Tokio, mientras mi secretario entre en mi estudio avisándome que llegó desde Rusia, el pedido que hice la semana pasada de caviar dorado y vodka de importación. En un industrializado mundo donde cada uno vive su vida, y nadie habla de una olvidada palabra que en algún momento se conjugó como “humanidad”.

FIN

No hay comentarios.: