domingo, 16 de noviembre de 2008

El LIBRO INCONCLUSO QUE EL SEÑOR JONSON TERMINÓ DE LEER

CUENTO ENTRE LA LITERATURA INGLESA Y EL ROMANTICISMO PERSONAL.

“El hombre que ha empezado a vivir más seriamente por dentro; empieza a vivir más sencillamente por fuera”.
Ernest Hemingway.

Al calor de su acogedora chimenea, al mismo tiempo que colgaba decorativamente sus trofeos de África y Asia, el señor Jonson, recorría incesantemente su despacho; mientras saboreaba su protocolar copa de ginebra. De primerísima factura casi similar al whisky escocés; que tantas veces había probado en sus imaginarios e irreales viajes que solo hacía en su mente. Su despacho era sumamente elegante, cómodo y muy decorativo, digno de cualquier biblioteca de Whashintong. Por todos los trofeos de caza que tenía y que le decoraban de una forma triunfante su glorioso estudio: Hermosos retratos de sus antiguas y ya lejanas novias. Y al lado derecho de tan elegante y lujoso estudio, se encontraba su más preciada posesión afectiva y literaria, que tenía: su gaveta de libros, que eran todos sus cuadernos con los teléfonos y direcciones, de todas las damas que colgaban en tan elegante sala del siglo VI. Pero de entre todas sus obras que tenía el señor Jonson, había uno que le llamaba enormemente la atención. Y sentía miedo por ese libro, a pesar de que no era de terror y ni siquiera de misterio, como el fantasma de Canterville, o los tensionantes relatos policiales de sir Arthur Conan Doyle y; aunque al señor Jonson, le apasionaba la lectura, había una obra que no podía o no quería terminar de leer. Falla de argumento, pánico, lenguaje que no entendía, palabras que no le permitían avanzar, o simple y lisa y llanamente se rehusaba a comprender. Que relacionaba y se daba innumerables vueltas en su despacho; debido al hecho de que más pánico le provocaba el punto de fuga que lograba vislumbrar desde su ángulo de visibilidad; porque el plano de representación era una tétrica y cruz gótica. Tenebrosa, y de los más misterios y actuales salones de esos misteriosos pub; que le causaban terror; porque le recordaban a un en cementado campo; que era el cementerio del lugar, y que lograba ver desde su ventana hacia las afueras de su mundo interior; donde vivía el señor Jonson. Y que dichos pub o renacentistas lugares, que acostumbra a frecuentar, (solo por sus literarias imaginaciones) en las que él consideraba, sus salidas de cacería. En esas expediciones el señor Jonson, no llevaba un arcabuz de mecha, ni tiros, ni tampoco una clásica tenida de camuflado militar; sino que con su elegante y diplomático traje de etiqueta; se enfundaba su cartucho de chocolates, y como cual artera y mortífera arma, llevaba la infalible rosa roja. Muy estéticamente arreglada para lanzarla como cual violento disparo a su certero blanco: Toda hermosa y causal dama que quisiera acompañarlo, en la más intelectual de las conversaciones, de preferencia literaria. Y el señor Jonson quien en sus gloriosos e imaginarios años; había enfrentado a la mismísima muerte con colmillos y rayas; porque así se sentía leyendo en sus prolongadas y eternas tardes; una de sus obras favoritas que devoraba una y otra vez en su despacho: “Al otro lado del río y entre los árboles”. De su mejor amigo, Ernest Hemingway. Y otra de las tantas obras que le apasionaban al señor Jonson, era “Adiós a las armas”. Curiosa y desconcertante contradicción que tenía el señor Jonson, porque precisamente al lado de sus llamados trofeos de caza, lucía gallarda y majestuosamente, toda su colección de artillería de cacería. Como un simbolismo de admiración hacia su mejor amigo, a quien le encantaban: la caza y la pesca. Arcabuces de mecha y piedra, de pedernal, y pistolas; que nunca habían disparado un solo tiro, porque como el mismo él señor Jonson, se autodefinía, “Yo soy un romántico viajero, a la antigua, y un pacifista por devoción”. Y de viajero no tenía prácticamente nada, porque si solo conocía a Francia, era por otra de sus obras de su amigo, “París era una fiesta”. Era tanta la confianza y amistad que tenía con él, que cuando no lograba entender un párrafo específico del capitulo 3, lo llamaba a su casa, para que se lo explicara. Por muchas veces que leía, y releía la obra, y con la amistad, confianza y buena voluntad que tenía su mejor amigo, se lo relataba; entonces el señor Jonson, anotaba en una hoja aparte de sus personales cuadernos de su escritorio; e intercalaba la explicación, que su amigo amablemente le daba y hasta bromeaba con el; cuando lo aconsejaba y le decía, oye mi viejo: “El talento consiste en como vive uno la vida”. Al mismo tiempo que cuando divagaba con dicha obra, se deleitaba escuchando cualquier concierto de violonchelo de Vivaldi, porque sabía que esa era la música preferida, de su amigo. Y era un caballero muy refinado; en todo ámbito de materias musicales; porque tenía una personal admiración, hacia Sherlok Holmes. Por el hecho de que el genial detective, que aparte de ser investigador, era un eximio violinista; creado por otro de los grandes maestros ingleses que admiraba el señor Jonson: sir Arthur Conan Doyle. Claro que tampoco despreciaba ni le mostraba su desinterés; a otro gran creador de la literatura británico, el señor Henry Graham Greene, con su investigador personaje: “El agente confidencial”. En el momento musical, preciso que marcaba como un metrónomo la música que al señor Jonson le tocaba decidir; entre la majestuosidad clásica del violín, y la profundidad honda, se quedaba indudablemente con los conciertos de violonchelo, del gran compositor Vivaldi. Porque este era el favorito de su amigo, en cuanto a gustos musicales se refiere. No en lo que a sus aventureros ámbitos deportivos; que tanto le apasionaban al señor Ernest Hemingway. Y en sus añorados y lejanos recuerdos, que tenía el señor Jonson, se sentía orgulloso de haber sido ex alumno del: Oak Park And River forest Hight School; porque esa era la institución educacional, por la que había pasado su admirado maestro; a quien leyó y conoció personalmente durante toda su vida. El señor Jonson era todo un intelectual, con gustos literarios muy exclusivos, y seleccionados documentadamente. Admiraba a muchos personajes; como por ejemplo a Hercules Poirot, fruto de la genial invención, de toda una eminencia en las letras británicas, la señora Agatha Christie. Y el romántico sentimiento de identificación personal, para con su prototipo de novia; el señor Jonson lo encontraba de una forma perfecta en la señorita JANE MARPLE, o también conocida como MISS MARPLE. Misteriosa y seductora dama; fruto de la inigualable pluma, de tan talentosa diosa de las artes literarias. El señor Jonson en su enamoramiento mental e imaginario; soñaba encontrarse con su ansiada MISS MARPLE, para lucir de una forma literaria su personal amor. En su simbólica alforja de cazador-conquistador; llevaba preparado y escrito de su puño y letra; un poema de los tantos grandes maestros de la literatura inglesa que le apasionaban:

LORD BYRON

(Reino Unido, Londres 1788-1824)

EN UN ÁLBUM

Sobre la fría losa de una tumba
Un nombre retiene la mirada de los que pasan,

De igual modo, cuando mires esta página,
Pueda el mío atraer tus ojos y tu pensamiento.

Y cada vez cada vez que acudas a leer este nombre,
Piensa en mí como se piensa en los muertos;

E imagina que mi corazón está aquí,
Inhumado e intacto.

VIII

Muchas veces, y cuando su alegría
Era más exaltada, se veía la angustia
Planear sobre la frente de Childe-Harold

Cual un raro relámpago: diríase
Que el recuerdo de una lucha mortal
O de un amor infeliz le traicionaba.
Pero nadie había aclarado este misterio,

Pues su alma no era abierta e ingenua,
Que encontrara consuelo en confiar sus penas,

Para nada quería la compañía de amigos
Que le consolaran o con él se afligieran
Ante una desgracia inevitable.

IX

Así, en el fondo, nadie le quería,
Aunque reuniera en su mesa y en sus salones invitados llegados de cerca o de lejos,
A quienes conocía como aduladores

De sus días de fiesta, parásitos
Sin corazón del festín ofrecido,
Nadie le amaba, ni aun sus amantes,
Pues la mujer sólo ama el lujo y el poder,

Y cuando se desvanece, el amor
Levanta el vuelo; como la mariposa
Nocturna, la hermosura se deja

Atraer por cuanto brilla y Mammón
Triunfa donde el querubín fracasa.

"¡Sol del que triste vela,
Astro de cumbre fría,
Cuyos trémulos rayos de la noche
Para mostrar las sombras sólo brillan.
OH, cuánto te asemeja
De la pasada dicha
Al pálido recuerdo, que del alma
¡Sólo hace ver la soledad umbría!
Reflejo de una llama
Oculta o extinguida,
Llena la mente, pero no la enciende;
Vive en el alma, pero no lo anima.
Descubre cual tú, sombras
Que esmalta o acaricia,
Y como a ti, tan sólo la contempla
El dolor mudo en férvida vigilia

FIN

Y en el bolsillo de su elegante y no cazadora chaqueta; un delicado perfume varonil, para luego impregnarle poéticamente unas gotas en la hoja de dicho poema; perfumarse con él en su cuello; y en la femenina y elegante muñeca de su añorada novia. Pero su ilusoria espera mental; que hacía en las horas de su elegante despacho; se tornaba interminable. Y cuando como cual indómito cazador; que se armaba de valor para practicar uno de los deportes favoritos de su admirado mentor; se alistaba a la llegada de su soñada MISS MARPLE. En esos misteriosos salones, que asociaba con la tenebrosa y tétrica cruz de los ya señalados pub góticos, que solo en sus imaginarios y mentales viajes visitaba una y otra vez; con la ya obsesiva espera de su elegante y misteriosa dama. Porque en la vida real, MISS MARPLE nunca había existido, debido a que el señor Jonson; jamás visitó en persona dichos pub. Y como todo elegante y protocolar señor intelectual; también demostraba y le rendía su personal pleitesía a otro de los mundiales maestros, de la literatura británica: el señor William Shakespeare. Por los admirables y literarios, personajes que había creado. Fruto de su inigualable e histórica tinta; escrita por la pluma de ganso: Hamlet, Otelo (el moro de Venecia), El rey Lear, Macbeth, el mercader de Venecia y en su mente siempre recordaba una cita, que lo llevaba a volar, más allá de toda su galaxia literaria: “Horacio, hay mas cosas en el espacio exterior, de las que tu filosofía puede comprender”. Y a veces cuando en sus divagaciones reales y mentales, que el señor Jonson reflexionaba; cuando planteaba que su vida era un sueño; (Como Calderón de la Barca) recurría a los libros de cabecera, como las llamadas él: Las obras completas de Siegmund Freud; que le ayudaban introspectivamente a interpretarse y a autoanalizarse. Y cuando al final se armo de valor, por todas las extendidas conversaciones que había tenido con su gran mentor literario y amigo; y como el más valiente y osado de los cazadores; al fin logró leer la ultima pagina del libro; y pudo entender claramente el contenido inconcluso que el señor Jonson nunca termino de leer. Porque el terror, que al final después de haber conocido el señor Jonson, al viajar en sus imaginarios viajes a las selvas africanas; y al haber enfrentado a la salvaje muerte animalezca, por un arma que nunca disparó; a sentirse todo un investigador privado, en Londres; al haber saboreado imaginariamente las deliciosas pasta de Italia, propias de Venecia; y al haberse deleitado con los exclusivos y poéticos vinos franceses. Llegó a concluir que todo ese recorrido mundial y soñado; que solo hizo en las lecturas que tanto le apasionaban; lo armo de valor, y vio la nota que decía claramente: “Aquí descansa en paz, el señor Jonson, insigne bibliotecario de Whashintong, quien por su miedo a las armas, y sus mortíferos tiros, reemplazaba esta afición por la romántica rosa roja, los finos chocolates importados, que con dicha artillería, nunca logró cazar ninguna de todas las piezas de cacería, a las que ni con su mejor puntería literaria, logro acertar; a cualquier dama elegante que quisiera entablar con el una cotidiana y casual conversación, que solo trate de autores, libros y literatura, en los oscuros pub góticos que al señor Jonson imaginariamente le encantaba frecuentar, pero que nunca llego a visitar personalmente; en su extendida espera, de su imaginaria novia, que era; la señorita MISS MARPLE ”. Esta inscripción, estaba escrita en el libro inconcluso que el señor Jonson nunca terminó de leer; que era su OBITUARIO; y estampado en la fría losa de su tumba, junto con una de esas tenebrosas y tétricas cruces góticas; que le daban justamente al punto de fuga; que veía desde la ventana de su elegante despacho.

Fin.

1 comentario:

BELMAR dijo...

El uso de épocas, de tiempos,
de cadencias precisas, es lo
que más sorprende al leerte,
estimado. Un abrazo para tí.